7 de enero de 2007

The Goonies


Cuando vi esa película por décima vez en el cine Riviera de la calle 23, salí pensando que nunca iba a tener una historia así. Quedé enamorado por desgracia de la de los aparatos en los dientes, la que decían que era la más fea. Y las historias de mi abuelo que el venía de sangre pirata me hacían pensar que algún día encontraría un mapa entre sus cosas. Nunca lo encontré, cuando se fue solo dejo a mi abuela triste que se fue poco después junto con el. Me quedé pequeños recuerdos de que había vivido en una isla que era un desierto inmenso con playas interminables y se llamaban islas canarias. Cuando me enteré de que las canarias eran islas españolas y le pregunté se ofendió mucho. Nunca mas le toqué el tema si era español, el no era español y a la pregunta de donde tu eres decía, no se, soy guanche. Nadie sabe de donde salieron los guanches, al menos no se tiene claro. Eran los nativos de algunas islas de las canarias pero no eran africanos tampoco. Se piensa que eran restos de tribus vikingas que en sus tribulaciones fueron a dar a esos lugares en el medio del mar. Dicen las malas lenguas que nunca revelaron su procedencia porque fueron echados de sus tierras y los primeros pobladores no tenían lengua porque se las habían cortado para que su descendencia nunca su supiese como volver ¿de ahí vengo yo? ¿De desterrados deslenguados que no les pueden contar a sus hijos el origen de su gente?

El domingo había visto los goonies otra vez. Me metía por dentro de la pantalla y formaba parte de ellos. Corría ante cacho y el gigante bueno y soñaba con los frattelli si es que se escribe así. Los ríos de oro, el barco hundido. Todo eso alimentaba mi imaginación sin límites hasta el punto que soñaba desmedidamente con eso todas las noches. Al salir de la escuela del fanguito que estaba en un barranco del vedado miraba a las paredes de piedras con pequeñas grutas y pensaba si ahí estaba mi cueva de los goonies, me metía en una que tendría un par de metros de profundidad por medio de alto y lo único que encontraba era un nido de avispas dormido que quiera dios que nunca se haya despertado porque el día que lo hiciera iban a morir los testigos.

Meses después la cogimos con ir a barquear (verbo cubano) al parque buró que esta en 23 entre 30 y 32 en el fin del vedado antes de la entrada del puente Almendares. Ahí, si el guarda parques se mareaba nos montábamos en los aparatos siempre cercados de los parque de cuba. Es una antigua pregunta ¿Por qué los aparatos de los parques están cercados y casi siempre cerrados y hay que brincar una cerca para usarlos? Para que no los rompan me dijeron una vez, bueno la verdad es que están muy pintaditos pero ningún niño los usa. También nos poníamos a jugar pelota. Con una despeluzada pelota de tenis que ya no se veía que había sido verde en algún momento o quizás un “casquito” rojo de los que valían 40 centavos en la ferretería de 15 y 26. Ese día la pelota se nos fué por un hueco de un registro de hierro de la calle 30. Como no nos íbamos a quedar así de tranquilos buscamos entre las basuras de por ahí un pedazo de cabilla. Habíamos visto como los que limpiaban las alcantarillas metían la cabilla por un agujero y al doblarla se levantaba la enorme tapa.
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Lo hicimos pero al levantarlo aquello no era una alcantarilla era un túnel, nos miramos ¿el túnel Goonie? Ya está. Dejamos la pelota y nos fuimos a casa por linternas chinas de aluminio con las pilas yara. Volvimos enseguida. En un rato ya estábamos descendiendo por la escalera. Al poner la tapa nos embargó una sensación de grandísimo miedo pero a la vez curiosidad. Había tardado en llegar, ya estaba en 7º grado pero ese era nuestro túnel Goonie. Ya estábamos ahí.

El oxido de las escaleras por las que bajábamos una vez quitada la tapa que estaba en medio de la calle 30 entre 23 y 25 y el olor a humedad le daba más tenebrosidad al asunto. Intentamos desde dentro cerrar la tapa pero fué imposible ya que con palanca fue fácil pero tirando de ella con las manos ya era otra cosa. La dejamos medio cerrada, de todas maneras –pensamos- la gente está acostumbrada a que por las calles hayan cloacas destapadas así que nadie iba a notar una tapa destapada valga la redundancia. Craso error, en lo que intentábamos encender las linternas de aluminio chinas, llenas de letras chinas y con un elefante pintado alguien de “arriba” cerró la tapa entre protestas y nos asustamos un poco más de lo que estábamos. A H (por llamarlo de alguna manera) le entraron ganas de ir al baño inmediatamente a hacer el 2, a mi dejaron de responderme los pies por un momento ¿Dónde nos habíamos metido?
En lo que la tenue luz de las linternas y la vista se nos acostumbraban pudimos divisar una parte de un largo pasillo por el que corría algo de agua con un color casi negro de moho o tierra. El olor era bastante irrespirable pero familiar. Como el de las cuevas del fanguito pero más, mucho mas acentuado. Cuando comenzamos a andar por los pasillos ya había pasado bastante rato y el ruido del goteo mas la humedad nos eran familiares. Yo imaginaba que estábamos caminando por una suerte de tuberías pero al mirar al techo este era plano y casi se podía asegurar que era el techo de una casa, en las esquinas tenía una especie de adornos y se veía a ratos unas cajas eléctricas como si de ahí hubieran estado colgadas lámparas alguna vez.
Llegamos a un lugar donde este extraño pasillo se abría en forma de habitación y se oían ruidos de carros del exterior, también de agua corriendo y eso nos ponía más nerviosos. Unos bultos negros estaban tirados por todo el piso, me atreví, a pesar del asco que ya estaba sintiendo, a pasarles la mano queriendo rememorar al gran Indiana Jones cuando le pasaba la mano a cualquier cosa y se destapaban jeroglíficos. Pero no se destapaba nada. Solo oxido y más oxido. Al alejarnos nos dimos cuenta que eran una especie de archivos de hierro muy corroídos con gavetas. No se les veía el color por ningún lado pero estaban tan podridos que con el dedo se le abrían huecos como si fuera de cartón. Intentamos tirar del asa de las gavetas pero nos quedamos con ellas en las manos aunque tampoco nos fue difícil romperlos para ver que tenían dentro. Algunas gavetas estaban vacías y otras tenían muchos papeles en files de cartón. Por más que intenté coger alguno todos se deshacían en las manos como si fuera de una galleta mojada. No pude ver ni uno y la curiosidad ya había desplazado por completo al miedo y a la sensación de tiempo o peligro. Desesperadamente los dos nos pusimos a buscar más cosas que nos hablaran de ese lugar adonde habíamos entrado pero nada nos decía nada. Unos platos en el piso, casquillos de balas, y una pulpa terrible y apestosa que pensábamos que podía ser los papeles hechos pasta por la humedad reinante. H entró en lo que parecían más puertas y me llamaba en cada hallazgo nuevo, yo pasaba desde una habitación a otra y todo era lo mismo de patético y asqueroso. En la última habitación ya si encontramos lo que parecía algo como una camisa, desecha por supuesto, unas botas, un teléfono, también unas esposas que se hacían polvo en las manos y muchas cosas que parecían ser velas, muchos pedazos de velas. Fue una pena no haber llevado fósforos, quizás hubiesen mejorado la iluminación del lugar. De pronto H se petrificó, se quedó en silencio con esa cara que se queda en la gente que está pasando por un mal rato pero no sabe que hacer para salir de el. Me acerqué a su lado pero no quise ver que el estaba mirando tan fijamente. Busqué a mí alrededor algún palo o algo que sirviera de defensa en caso de que lo que hubiera dejado a H así fuera algo que pudiera agredirnos, le cogí por el brazo y lo zarandeé un poco pero seguía sin reaccionar ahí con los ojos y la linterna clavada en un punto.
Yo estaba demasiado ocupado descubriendo cosas como para darme cuenta que podía estar en un lugar que me podía dejar traumatizado de por vida. Como si estuviera en mi casa adelanté a H y me quedé solo en un pasillo que la escasa de luz de nuestra linterna me hizo recordar que aquello no era un lugar normal. Lo que había dejado a H en esa forma era una carabela con todas las de la ley. No miento si digo que no me asusté mucho. Enseguida la relacioné con cosas de piratas, pero segundos después vine un poco a la realidad y me di cuenta que eso había pertenecido alguna vez a un ser humano y que a saber porque estaba ahí. Quise cogerla en mis manos pero H me dió un grito desesperado y empezó a repetir hasta el infinito, ya fuera de si, que nos fuéramos de ahí. Intenté calmarle. Recordaba en todo momento la película de los goonies y eso me daba fuerzas pero H dijo una frase terrible – ¿y si nos aparece un espíritu?- ahí se perdieron los ánimos. Medio que cerré los ojos para si aparecía el espíritu no verlo bien. Pero por desgracia ya la vista o bien estaba un poco acostumbrada o el miedo la había mejorado mucho, porque casi veíamos todo el local con claridad, además para colmo esa penumbra que en contra de nuestra voluntad nos ayudaba también parpadeaba como algo vivo y ya nos estábamos poniendo nerviosos. Al coger por uno de los corredores vimos un hueco con luz al final. Y se me ocurrió que eso tenía cara de salir al exterior directamente y no tendríamos que atormentarnos desandando lo andado otra vez. Sin decir una palabra me metí en ese túnel y a lo lejos oía la voz entrecortada de H pidiéndome que saliéramos por donde mismo habíamos entrado, pero yo iba hacia la luz como una libélula. Cuando me asomé al hueco, vi perfectamente la calle 23 y respiré tranquilo, le avisé a H y sin mediar palabras como presa del sonambulismo H salió por el estrecho agujero que daba exactamente a una escalera de la entrada frontal del parque.
agujero de la escalera.

Yo me quedé un rato, de espaldas a la luz y mirando nuestra cueva goonie. La verdad que no había sido gran cosa, ni remotamente como la película, aunque el haber visto una carabela le daba sus puntos. Quizás me hubiera gustado que en esta expedición hubiera habido una chica, aunque fuera la de los aparatos en los dientes y besarla. O que hubiera habido un barco. Pero solo fueron pasillos y corredores con una mísera carabela que igual podría ser hasta de mentira. Cuando decidí abandonar mi sueño que salí por el agujero ya H estaba con varias personas y un policía gritando que adentro de ese hueco había muertos. En silencio me repetí los nombres de toda su familia acompañado de palabras que no debiera poner aquí. El policía nos regañó fuertemente y nos dijo que claro que eso estaba lleno de muertos. Que eso era el Buró de represión anticomunista conocido como el BRAC y que estaba lleno de velas porque antes las familias de la gente desaparecida entraban ahí a poner velas a sus muertos pero que un día en una lluvia muy grande empezaron a salir restos de personas por las alcantarillas como una película de poltergeist y por eso lo tapiaron. Nos quedamos de una pieza. Nos fuimos derrotados a casa. Pero no tardó nada en que yo consiguiera pilas de nuevo y de paso invitara a las niñas de mi aula a “un pasadizo misterioso lleno de carabelas y fantasmas” pero claro, cuando levantamos la tapa de alcantarillado ya estaba cerrado con cemento y la parte del escalón de 23 tapiado meticulosamente con piedras y concreto. Nos quedamos ahí como mentirosos y tontos con las linternas chinas de aluminio que tenían a relieve un elefantico y no pude besar ni siquiera a la de los aparatos en los dientes. Que 13 años aquellos.
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Parque Buró