28 de diciembre de 1999
Parte I
En esos días la mente no estaba en su sitio. No es que realmente lo
estuviera antes ni después, pero ahora estaba en condiciones peores. Tanto
tramar planes sin recursos, planes que se iban de saquear unas simples redes
con peces, o brincar por edificios prohibidos para llegar al mejor sitio
pesquero, a brincar fronteras, tomar vuelos, quizás con papeles falsos o
inexistentes. Las cosas se habían ido de control y Josef sabía que cada vez que
cerraba un capítulo era como una condena irreversible. Por eso nunca gustó de
ponerse metas a sí mismo, porque tenía un jefe interior que lo iba a
maltratando y agitando hasta que se cumpliera el plan establecido por la
reunión democrática de su alma, su sombra, su otro yo y el mismo.
La manía persecutoria de su yo interior cada vez que se proponía algo era
enfermiza y lo dejaba sumido en una depresión absurda que en aquellos tiempos
no sabía como salir, o al menos campearla hasta que se curara con la medicina típica
de Josef, el tiempo. Por todos los medios evitaba el contacto con otras
personas ya que estaba iracundo y agresivo y ni siquiera hacia nada por
controlar estos instintos, porque en realidad le ayudaban a mantener a la gente
alejada, así que bienvenidos eran.
La ansiedad estaba basada en la espera. Algo que generaba la impotencia de
no poder ser controlado a voluntad como el resto de las cosas. Es decir, el
podría hacer en menos de diez minutos una planificación de buceo, inventar
algún negocio basado en sus habilidades, pero como a toda persona habían cosas
que no estaban en sus manos y debía esperar por el trabajo de terceros, a veces
peor, por las prohibiciones de terceros que lo cargaban de rabia impotente.
En esto estaba la espera de sacar unos pasajes para Rusia, para una Rusia
que llegaría sin dinero, sin contactos, sin saber que hacer y sin conocer nada.
Pero ya su jefe interno le había ordenado marcharse de Cuba. Sabía por buenos contactos
que le estaban empapelando una condena de dos años por peligrosidad pues era un
tipo peligroso, sabía mecánica, chapistería, electricidad y arreglar casi todo
tipo de cosas y eso es un peligro porque te puede hacer independiente del
sistema de dádivas feudales del sitio donde vivía y lo ponía en riesgo de ganarse
su economía por el mismo, sin tener que depender de la degradación moral que se
extendía por todo su territorio de entregar tiempo y vida a cambio de un
salario inservible e inmoral que apenas daba para unos boniatos y un poco de
arroz. Estamos hablando de una época que el salario eran 120 pesos y una pizza
costaba 10, solo sacar el porcentaje de la carestía daba asco.
En sus negocios raros, había cambiado una cámara de video por la
chapistería de un carro "moderno" que nadie se atrevía a arreglar, a él
le costaría mas o menos 30 dólares y una semana, así que lo hizo. Tener una
cámara de video estaba entre sus sueños. Era una SONY TRV 250 analógica Hi8, la
primera cámara que sintió suya, aunque más adelante la perdió de forma sórdida.
Aun así, tanta ilusión, tanto desear algo que como ya le había pasado antes, ni
lo disfrutaba. Cada vez que deseaba algo con fuerza pero esto lo hacía sufrir y
pasar tiempo para obtenerlo, cuando lo conseguía, el precio había sido tan alto
que ni lo celebraba, excepto con Habana del Mar, cada vez que Habana del Mar
aparecía el perdonaba y borraba todas sus esperas y ansiedades para hacer un
arranque fresco de su historia personal. Pero con lo demás era frustrante,
cualquier cosa, tomaba sangre sudor y lágrimas y después no era bienvenido por
el coste que tenía todo en la isla de las carestías.
Sentado estaba en su contén favorito, mirando la vida morir tranquilamente.
Siempre se preguntaba si esos viejitos que acarreaban jabas con mandados de un
lado para otro por 5 pesos o un poco de café, tenían alguna aspiración a
terminar sus vidas de aquella manera. A Josef le parecía indigno, pero es
probable que fuera edad, quizás ya se habían rendido, o quizás es la vida que
ellos habían escogido, sin sobresaltos, sin crisis psíquicas, solo una rutina y
ya, es probable que no fuera tan malo. A veces Josef extrañaba aquellos tiempos
en que todo era una rutina segura, aunque no recuerda, que haya habido la parte
"segura" en nada de lo que el haya hecho.
Era el 28 de diciembre, y aunque no había mucha atmósfera de ánimos festivos,
se veían personas comentando con alegría que habían conseguido un pedacito de
carne de puerco para el fin de año. A Josef nunca le interesaron las
celebraciones terrícolas, no entendía bien por qué celebrar una simple fecha
puesta por los mismos humanos, además en un calendario erróneo, bien podría ser
12 de mayo 300 años antes de lo escrito ese 28 de diciembre de 1999, daba
igual. No celebraba nada hecho por el hombre. Estuvo en sus pensamientos
densos, hasta que se le apareció un muchachito menor que él, el cual sin dudas
tenía una afección psicológica avanzada no diagnosticada, pero a todas luces su
comportamiento era extraño, aunque pacifico y cariñoso. Josef lo admiraba, pues
tenía la capacidad de abstraerse de las cosas, reírse incluso en los peores
momentos y disfrutar, aun andando descalzo como si fuera una persona que lo
tuviera todo en la vida. Josef quería aprender de él, de su supuesta enfermedad
psiquiátrica, que le hacía estar tan feliz y conforme todo el tiempo.
Necesitaba algo de eso. El muchacho se llamaba Habibi y era muy delgado y
rubio, sus padres se habían conocido en el hospital psiquiátrico de La Habana y habían tenido dos
hijos, una hembra mayor que era muy linda y Habibi, el menor, ambos con
trastornos que les hacían estar bajo medicamentos.
A Habibi, muchas veces los abusadores adultos se divertían con él,
maltratándolo, pero un día coincidió con que Josef se cruzó en ese camino y si
había que hablar de desequilibrios bipolares no medicados donde se saltaba de
la paz amorosa a un violento episodio de cuchillo de pesca submarina volando en
todas direcciones, Josef era el personaje. Más nunca se metieron con él, lo
tomaron como una especie de protegido del loco que pesca y habla solo, así que
Habibi en agradecimiento hacía largas horas de conversación con Josef aunque
este no le escuchaba ni una palabra. Solo veía a Habibi moviendo los labios y
las manos en su expresiva gesticulación, pero estaba inmerso en sus tensos
planes recientes de cambiar la geografía debajo de sus pies. Llevaba días
preguntándose como se escribiría el nombre del aeropuerto canadiense donde
debía abandonar el vuelo a Rusia por la mitad para intentar refugiarse en
Canadá, otro sitio donde no conocía a nadie, no sabía nada y hacía más frío que
en el congelador de su desvencijado refrigerador cansado marca Frigidaire.
¿Sería Gandes? O ¿Gander? Solo lo había oído. No había forma de buscarlo en
aquella época y si se preguntaba se podría volar el plan, se iría con su error
en la cabeza y ya vería lo escrito en el boarding pass o ya vería. Esa era la
mejor solución para todo, ya vería.
Decidió por un día atender que decía Habibi, de pronto y de la nada le
entró curiosidad como alguien puede estar hablando por horas y gesticulando
enérgicamente, quizás se estaba perdiendo una buena historia, además Habibi le
producía mucha simpatía, a pesar de
tener probablemente 15 años más o menos, era un adulto luchando, vendiendo,
comerciando, aunque muchas veces caía en manos de inescrupulosos que se
referían al como "el monguito" y trataban de extorsionarlo, estafarlo
o robarle lo que sea que estuviera vendiendo, aunque últimamente estaban mejor
las cosas, en una de esas Habibi en su conversación muda sacó unos dólares y se
los mostró a Josef, este le obligó a que los guardara rápidamente mirando a
ambos lados para fijar las caras de quien lo hubiera visto, por si después le
pasaba algo, saber a quien ir a buscar responsabilidad vengativa.
Le cogió el puño a Habibi y le hizo guardar el dinero en su bolsillo lo más
rápido que pudo, no sin antes darle un pequeño regaño al que estaba en posición
de dar, que además Habibi aceptaba con gusto porque en realidad, nadie se
preocupaba por él. Sus padres, en su eterna psicodélia psiquiátrica, los habían
dejado en la calle sin amparo desde muy niños, la hermana mayor era tan bella
que sufría acosos terribles por todos los salvajes locales y desde que tenía
unos 18 años ya no se le veía más, pero Habibi había salido al padre con unas
facciones de Cristo crucificado y ojos tristes en cuencas medio vacías. Solo su
sonrisa avisaba que ahí había un ser humano noble y bueno.
- ¿Donde vas a pasar el fin de año? - Preguntó Habibi sin darle la mas
mínima importancia al suceso anterior.
Josef decidió atenderlo, estaba mal que a una persona que se le tiene
aprecio no se le tuviera en cuenta.
- No sé, yo no celebro esas cosas Hab, me da igual, quizás me tire a pescar
un rato, o al menos a ver el fondo del mar, tengo la cabeza muy mala, llena de
cosas que me están atormentando y no puedo estar en paz en ningún sitio...
- Yo tengo pastillas para eso - Por segunda vez Habibi iba a sacar algo se
sus múltiples bolsillos para mostrar y Josef se lo impidió.
- Habi asere... ya tu eres un hombre, no hay que estar repitiendo las cosas
todo el rato, sabes que si enseñas tus cosas al doblar te van a meter un
confuerza y te lo van a quitar todo...
- Es verdad... es verdad! - Decía asintiendo como si en vez de sentirse
mal, fuera feliz de ver alguien pendiente de su bienestar - ya no lo saco más,
pero yo tengo pastillas para eso...
- ¿Para que? - Josef a veces no podía mantener ni el hilo de sus propias
conversaciones porque su mente se iba de manera involuntaria a generar sus
ilusiones en un mundo paralelo dentro de sí. Creía firmemente en lo que él le
llamaba "sincronizar" que era imaginarse sucesos venideros en todas
las versiones positivas posibles para llegado el momento saber que hacer. Era
como hacer un ensayo de futuro pero esto le consumía casi todos sus recursos y
por eso apenas atendía a la realidad física real que estaba viviendo.
- ¡Para eso Josef! para cuando uno está atormentado...
- ¿Y que hacen esas pastillas?
- Te cortan la cadena de pensamientos que te llevan a los pensamientos
malos. es como si todo el trabajo que hace el cerebro que está de más,
desapareciese porque no hace falta para estar bien.
- ¡Carajos Habibi! Tu si sabes... me has dejado impresionado.
- ¿Quieres entonces? No las ligues o todo puede ir mal...
- No, guárdatelas para ti, de momento puedo lidiar con mi cerebro y me
parece que necesito más poder de cálculo para mis planes, no desacelerar.
- ¿Y entonces, el fin de año?
- ¿Que hay con eso Hab?
- ¿Ves? estás en llama, yo tengo un amigo médico que da electroshocks si tu
le llevas dos paquetes de café quieres que te lo presente?
- ¡Cojones Hab! me estas asustando... el fin de año no voy a hacer ni
celebrar absolutamente nada. Quizás, use mi cámara de video un poco, filme
cosas de La Habana
que no quisiera olvidar.
- A verdad que tu eres de los que se va...
- ¡Pinga significa eso Habibi? Claro que me voy, me van a meter preso por
ser mecánico y chapista, necesito ir a
un sitio donde pueda vivir de mi trabajo y de lo que se hacer.
Hubo un silencio de un par de minutos, Habibi bajó la cabeza con tristeza y
Josef no sabía si era por el tono injusto en el que le había hablado o si por
la noticia que se iría. No pensaba que nadie podría ponerse triste por irse o
que se le fuera alguien apreciado, era un cambio a mejor, pero después recordó
que sus emociones no eran referentes para nadie. Era altamente probable que las
reacciones humanas de Habibi, o de cualquiera fueran mejores que las de Josef.
Su programa estaba muy lejos de ser perfecto.
Se dio cuenta que no era necesario dejar el peso abrumador de sus locos
proyectos en el hombro de nadie más, mucho menos transmitir la ira, la
impotencia y todo el caldo de tensiones que hacía años, como un preso cavando
un túnel con una cuchara, venía fraguando. Se reinició y se dispuso a atender
al entrañable Habibi.
- ¿Y tu que vas a hacer el fin de año Hab?
- Me voy a casa de mi hermana, ahí vamos a celebrar porque mis padres no
les gusta la fiesta y me botan de la casa esos días, quería invitarte, si no
vas a hacer nada.
- Coño... como que te botan de la casa, si no les gusta la fiesta que no la
hagan.
- No la hacen, pero la música y las celebraciones de los demás del solar
los alteran mucho y se fajan entre ellos, así que yo me paso los fines de año
durmiendo por las calles, pero esta vez mi hermana me dijo que fuera a pasarlo
con ella.
- Ahh... ya, pero eso es una especie de reunión familiar, yo no tengo nada
que hacer ahí
- No no, van a ir amigos de mi hermana y me dijo que trajera a mis amigos,
pero yo no tengo eso.
El "yo no tengo eso" le hizo un nudo en la garganta a Josef que
por poco le saca las lágrimas, además de sentirse halagado que Habibi lo
tuviera en sus amigos. Pero él si que no solo no celebraba, si no que se metía
en el mar por días para ni siquiera estar cerca del bullicio terrícola en esas
fiestas para él, absurdas de celebrar la terminación de una órbita alrededor
del sol. Se sintió terriblemente mal que Habibi hubiera venido a él con esa
sensible invitación y que él fuera a responder igual o peor que sus padres. Se
preguntaba como siempre que carajos habrían echado en ese barrio donde nadie
estaba cuerdo. Por un momento acopió toda la responsabilidad paternal en sus
manos y le prometió a Habibi que si iría con él. Habibi dio una palmada al aire
de alegría y se alejó corriendo, ya tenía plan para el fin de año.
El fin de año con Habibi. Capitulo 318
PARTE II
31 de diciembre de 1999
Josef lo había olvidado, en tres días pueden pasar muchas cosas, además que
no es que el le prestara mucha atención a los asuntos terrenales. Tomó su
cámara de video aunque sin ánimos de nada y salió a la calle temprano. Habibi
estaba en el muro de su casa esperándolo y entonces recordó su compromiso de
mala gana. Habibi se alegró mucho al verlo y Josef hizo como que recordaba todo
el asunto así que se sentaron en su viejo Rambler del 58 y emprendieron rumbo
al este por las calles apenas transitadas del Vedado.
En realidad no tenía ánimos ni para hablar. Algo le decía que debía haberse
quedado en su casa, le preguntó la dirección y Habibi le dijo que era en el
FOCSA, un edificio gigante del Vedado, icónico y curioso a la vez. Josef pensó
que quizás podría filmar algo para sus recuerdos, que cualquier sitio era bueno
para eso.
No obstante, tenía ciertas dudas, llevaba años sin ver a la hermana de
Habibi y le era extraño que estuviera viviendo en el FOCSA, así que le hizo
algunas preguntas antes de llegar. Sabía que ese sitio tenía mucha seguridad
por los estudios de TV y porque sus pisos superiores eran oficinas de
vigilancia militares. No le hacía gracia ir a ese sitio y menos en circunstancias
raras.
En lo que el Rambler renqueaba con todos sus desperfectos, Josef se fijó
que Habibi estaba feliz, así que se relajó, pensó que al menos le estaba
haciendo el día agradable a alguien que lo necesitaba más que él.
- Habi ¿Entonces? ¿Tu hermana ahora vive en el FOCSA? - Balbuceó mientras
miraba por el retrovisor.
- Si, ella vive ahí hace varios años...
- Pero... en casa de algún familiar? Algún novio o algo?
- No, es su casa, ella vive sola
- Ok, entonces llegamos al portero y le decimos el nombre y el apartamento
y nos dejarán pasar, porque ese sitio es un poco cabrón con el acceso de la
gente desconocida
- No, hay que entrar por otro sitio, yo te explico, yo siempre la visito.
Josef paró el carro en Linea y L, no había casi nada de tráfico y bastante
silencio. El día estaba gris y nublado como todo lo que experimentaba Josef en
esos días depresivos.
- Vamos a ver, vamos a ver - Alzó un poco la voz Josef para llamar la
atención - !Me estás diciendo que hay que colarse?
- Si, pero no pasa nada. Mi hermana lleva años haciéndolo y a veces me
quedo con ella.
- Esto no me gusta Hab, tu sabes que en cualquier momento me meten preso,
si me agarran en algo raro ya les voy a dar el gusto, yo te dejo ahí y regreso
a mi casa ok?
Habibi miró a Josef directamente como si hubiera escuchado algo muy grave,
se le aguaron los ojos y se recogió a una esquina del largo asiento delantero
del carro en silencio con las manos apretadas entre sus piernas.
- Hab, yo no puedo meterme en problemas, lo entiendes?
- Ella nunca ha tenido problemas, porqué habrías de tenerlos tú?
- ¿Porque nos vamos a colar en un edificio con oficinas militares dentro?
¿Que tu crees?
- Los militares nunca se cruzan con nosotros, ellos tienen su propio
elevador y su puerta privada, donde vamos a entrar puede entrar todo el mundo
porque es la entrada del restauran que está en lo mas alto y de ahí nos
cruzamos al otro lado
- Ok, sigue sin gustarme la idea, no tengo ganas de problemas, te acompaño
pero si veo algo raro me voy Hab, yo no estoy para líos.
Josef pensó en su cámara, si se la quitaban iba a matar a alguien ese día.
Los bienes conseguidos en la isla de la escasez valen por mil. Parquearon al
lado del restaurante en un sitio público, Habibi se había vestido elegante a su
manera, una camisa de mangas largas roída y amarillenta, en su paranoia, Josef
cogió uno de sus cuchillos de buceo y se lo escondió en la cintura. A esas
alturas de la vida ya daba lo mismo ocho que ochenta.
Entraron por la puerta como si fueran al restaurante la Torre, Habibi detuvo a Josef
de abordar el ascensor hasta que subieron todas las personas que estaban
esperando para conseguir subir solos. En el medio del largo y claustrofóbico
camino Habibi sacó una cuchilla hecha de segueta afilada y la metió en una
especie de llave que tenía el ascensor que estaba programado para ir directo
hasta el último piso, cada vez que giraba esa cuchilla en esa cerradura el
elevador se detenía, Habibi hábil, abría un poco las puertas para mirar a ver
si coincidía con algún piso, al cabo de varios intentos vio que casi quedaba a
la altura de una puerta de salida poco antes de llegar al final de su viaje,
ahí aprovechó y abrió las puertas del ascensor y aunque hubo que escalar un
poco para llegar a la puerta de salida, una vez afuera, retiró la cuchilla y el
ascensor cerró sus puertas y siguió su camino vacío.
Josef no daba crédito. Había estado antes en el FOCSA, en casa de personas
conocidas, pero esto era como un universo paralelo donde todo estaba tapiado y
abandonado. Se asomó en varios apartamentos por el camino y los vio llenos de
auras tiñosas con nidos y muchas ratas. Fue cuando se dio cuenta que habían
accedido a una parte tapiada del edificio donde se creía que no vivía nadie,
pero vio familias enteras en apartamentos sin puertas ni ventanas, todo lleno
de escombros y basuras, cristales rotos, niños en brazos en familias que no
miraban al que iba pasando por el pasillo como si nadie existiera, ni ellos ni
los visitantes, Habibi iba muy seguro como si estuviera paseando por un lugar
público, además contento de que Josef lo acompañara.
Curiosamente llegaron a un sitio que sí tenía puerta, pero por el agujero
de la cerradura ausente salía olor a humo y luces tenues, Habibi abrió y pasó,
abrazando a su hermana quien ni siquiera recordaba a Josef aunque Habibi
rápidamente la puso al día y esta agradeció a Josef por ayudar a su hermano,
habían mas personas, pero inertes tiradas por las esquinas como muñecos de
trapo. Josef seguía receloso de donde se estaba metiendo, no veía la hora de
buscar alguna excusa para largarse, pero por desgracia parece que para salir
había que usar el mismo método, así que se resignó a esperar que todo acabara
para que Habibi le mostrara la forma de irse.
En el fregadero de la cocina había pedazos de madera ardiendo y sobre esto
estaban cocinando unos trozos dudosos de carne que Josef se negó a comer,
también había botellas de ron Santa Cruz, curiosamente llenas como si nadie las
hubiera probado, no obstante Josef ante su incómoda inseguridad preguntó más detalles
a la hermana de Habibi.
- ¿Que les pasa a ellos? - dijo señalando a los despojos de personas
jóvenes que andaban tirados en el suelo durmiendo raramente a gusto.
- Na!- Dijo la hermana con una sonrisa - Están de viaje... ¿Quieres? - Se
sacó del bolsillo del jean unas pastillas de varios colores, Josef se negó
automáticamente y visiblemente preocupado manifestó la idea de dejar ese sitio
y volver a su casa, Habbibi estaba en la cocina abriendo unas latas de
espaguetis con chorizo muy grasientas de las que hacía años no se veían y
alguna que otra lata de carne rusa y mezclándolo todo en una cazuela negra y
llena de golpes que puso sobre el fuego de la leña del fregadero.
Mariela tomó amablemente a Josef por el hombro y lo acompañó hasta uno de los
ventanales del pasillo, A lo lejos se oían mezclados todos los ritmos que había
puestos en el barrio para esperar el año nuevo y una brisa de mar ablandó la
tensión, Josef se fijó que por los aleros del edificio también podría pasarse a
otras alas que probablemente si tuvieran acceso al ascensor normal o quizás a
alguna escalera, estaba midiendo una vía de escape. Era lo que siempre hacía en
todos los sitios, medir vías de escape. Mariela lo invitó a sentarse en uno de
los aleros y mirar el mar. Había un barco mercante al parecer anclado en mar
adentro, pero se veía increíblemente detallado a pesar de una extraña niebla
que caía aplomada sobre toda la ciudad.
- No me acordaba de ti - sonrió tímidamente, Josef la examinó más de cerca
ya que nunca había hablado con ella por temor a asustarla, los avatares de su
vida la habían hecho ser recelosa, agresiva y hostil de manera justificada.
Josef solo la miraba con lástima, al igual que a Habibi, en su mente estaba el
sufrimiento que deberían haber pasado esos hermanitos juntos viviendo en las
calles y sobre todo el de ella, siendo una mujer en un sitio retrógrado,
machista y salvaje. Reconoció los ojos tristes de su padre en ella, también
levemente hundidos y vacíos pero al final, era bella y tenía una voz agradable que
pudo comprobar al ser la primera vez que la veía en un estado pacífico, no
peleando por defender a su hermano o a ella misma como siempre había sido
anteriormente.
- Mira la vista que hay aquí, ¿No es bella?
Josef miró a su derecha se veía hasta a fortaleza del Morro de La Habana, a su izquierda
partes de Centro Habana, la iglesia de Reina y los carros parecían pequeñas
hormigas lentamente acarreando la tarde final del año. El mar también estaba
gris plomizo pero al verlo Josef aflojó el modo paranoia y trató de ser amable.
Sacó su cámara de video pero Habibi llegó diciendo que el almuerzo estaba listo
con tremenda alegría, se dispusieron a entrar de nuevo al apartamento.
- Gracias por venir- Dijo muy bajo Mariela, en realidad el sitio estaba en
bastante silencio, solo se oían golpes del viento contra puertas y ventanas
desvencijadas y de vez en cuando alguna tiñosa aleteando para salir o entrar
por los lúgubres pasillos escombrados. Las demás personas que estuvieran
viviendo ahí no hacían ni el más mínimo sonido y solo se oía el llanto apagado
de algún niño y la voz maternal consolándolo inmediatamente, sumado a una
atmósfera distópica citadina en una aventura que Josef ni remotamente se
esperaba.
Almorzaron, incluso los que estaban desmayados. Ni siquiera miraron a
Josef, no obstante Habbibi los presentó sin respuesta.
- Josef, este es Mazorra- Señalaba como si estuviera hablando de objetos,
esta es Covadonga y este es Calixto García.
Ladeó la cabeza con dudas porque no entendió el mensaje, Habibi fue a
repetir los nombres pero algo le dejó caer la realidad. Por sus ropas, se dio
cuenta que eran pacientes de hospitales que había nombrado, por el piso había
pastillas regadas, algunas sucias como si las hubieran pisado anteriormente y
estas personas incluso después de haber comido seguían en trance. El día iba a
parecer largo así que Josef se fue a la cocina y con su licencia de conducción
se dio varias cucharadas de ese spaguetti, también encontró en un rincón una
botella pequeña de Vodka Stolinkaya que acaparó para si, al ver que estaba
sellada a ver si aplacaba el modo paranoia que iba in crescendo.
Comenzó a preocuparse porque aquello era una legitima reunión de locos, en
un sitio peligroso, con escaleras derrumbadas y probablemente más de una docena
de familias viviendo en apartamentos adyacentes de manera ilegal y silenciosa
igual que Mariela. Aunque no se oía nada de ruido humano, se veía por los
pasillos tenues y saltarinas luces de velas o faroles, tampoco había
electricidad en esos pisos decadentes de lo que una vez fue un hermoso y
avanzado edificio de viviendas.
Empeoró la cosa después del primer trago que se dio, le vinieron
pensamientos de por qué realmente lo había llevado Habibi a ese sitio ¿Porque
era un loco más? ¿Lo habían adoptado? ¿Quien estaba protegiendo a quién? A
Josef le hubiera gustado teletransportarse al malecón en los bajos y salirse de
aquel escenario, el tiempo no pasaba, así que se dio varios tragos más,
calculando que en la noche ya estaría claro y se iría de cualquier manera, pero
ese Vodka, quizás importado en los años 80s hizo lo suyo, Josef se sintió el
golpe y se amarró el bolso de su cámara al cinto, se tiró al piso y ahí quedó
postrado con una gravedad agigantada y densa. Los dormidos comenzaron a
despertar en las penumbras de un atardecer nuboso e incoloro y comenzaron a
hacer sus cuentos y a reírse. Josef se acopló y comenzó a disfrutar de los
relatos, cada uno era más sórdido que el otro y con partes de llanto y otras,
las mayores, de risas. Estas personas estaban enajenadas de la mente de manera
biológica y química, pero pasó uno de los mejores tiempos, tan buenos que lo
desconectaron de su tragedia migratoria y relajó su cerebro de estar buscando
métodos de escape desesperadamente, del edificio y de su país.
Resulta que Mazorra, era un disidente de unos 18 años, que le habían
permutado una condena de 15 años de prisión por supuesto tratamiento
psicológico, pues según el gobierno, las personas disidentes estaban enfermas,
así como los homosexuales o los emigrados, así que después de una racha de
electroshocks el mismo Mazorra no se acordaba de su nombre y por eso le
llamaban así, ya para seguir la corriente, les llamaron a los demás por sus
hospitales de origen, Covadonga tenía una historia atroz, había sido violada
por familiares cercanos, militares, cuando ella era una niña y completamente
perdió su mente por lo que llevaba casi 5 años en el recinto psiquiátrico del
hospital mencionado, aunque ella creía, y no estaba lejos, que sus padres la
mantenían ahí para que no denunciara, pues los culpables al parecer eran altos
oficiales del ministerio del interior, Era una mulata muy bella, de unos 20
años con un pelo encaracolado y amarillento, muy delgada con una sonrisa que
alejaba los crímenes que tenía en su memoria. Calixto García, era quizás el
mayor de todos, probablemente tendría la misma edad de Josef y solo lo habían
ingresado por una adicción descontrolada a pastillas de cualquier tipo, era el
más cómico de todos, pero a la vez se notaba una vasta inteligencia sepultada
en la frustración química a la que se sometía voluntariamente. Conocía los
nombres de todos los medicamentos y el efecto de cada uno de ellos. No le
importaba morirse, pues estaba muy descontento de lo que el decía que era una
vida prestada que no era suya, pero cuando entraba en estos caminos Mariela, la
hermana de Habibi lo reconducía por otro camino menos depresivo y comenzaban
las risas de nuevo.
Josef observó por primera vez en años que estaba entre personas muy
inteligentes, que tenían un sentido del humor sádico y refinado a la vez,
además los temas fueron desde medicina, esoterismo, política, psicología,
ufología y más, que hicieron la noche tan corta que a las doce, en lo que se
sentían por la ciudad vagos y desganados cláxones celebrando el año nuevo, el
siquiera se detuvo a hacer lo que se esperaba de un año nuevo, siguió inmerso,
ya que sus interlocutores tampoco hicieron pausas por la hora y siguieron
disfrutando de una velada perfecta. Josef bebió varios sorbos más, ya confiado
de su botella privada de Stolinkaya y se sentía a gusto. Miraba a cada rato a
Habibi y Mariela con una sonrisa de agradecimiento. No se esperaba conocer a
tan excelentes personas que les había tomado cariño y le habían dado tanta
fuerza contando sus desgracias reales. Josef abandonó por completo toda
depresión y se armó de valor contagiado por las fuerzas de supervivencia de
estos muchachos que había conocido de la manera mas rara e impredecible
posible, los cuales habían pasado por tales sufrimientos que la historia de
Josef era una pataleta de supervivencia. Era un baño de humildad que le había
cortado de raíz su reciente tendencia a quejarse de todo y pensar que su vida
era miserable. Su vida era una especie de paraíso, de no ser por la hostilidad
de que lo iban a meter preso en un par de meses por pretender vivir de sus
múltiples oficios, hubiera cantado feliz año nuevo sin remordimientos. Pero
había tomado mucha fuerza esa noche, había asistido a una terapia de
revalorización de situación real que lo había sanado y ahora tenía otro enfoque
sin desesperos para su escape, pero seguiría disfrutando de aquellas bellas
personas y sus relatos, el complot migratorio lo dejaría para otro día.
Ya era como la una de la mañana y habían cesado los escándalos callejeros
que se oían entre los ecos del fantasmal edificio. Josef tuvo una visión rara,
se incorporó y dijo que iba a mirar por las ventanas a ver si veía fuegos
artificiales, Mariela le recordó que no había eso desde los 80s pero se ofreció
a acompañarlo. Todo el edificio estaba oscuro y ella conocía cada agujero del
piso y cada escalera derrumbada, así que Josef intentó filmar algo, pero La Habana no es una ciudad que
se pueda filmar de noche por su oscuridad. Solo se veían escasos puntos
lumínicos en el video, así que desistió, pero cambió esta ilusión por respirar
aire de mar que entraba libre y puro por los grandes agujeros de los ventanales
ausentes.
Se sentaron uno junto al otro porque refrescaba el viento a esas alturas y la
vela se movía haciendo gigantescas sombras chinescas en los pasillos luchando
por no apagarse. Los ruidos de pedazos de acero colgando, cables y maderas
azotando las paredes eran una especie de orquesta tétrica y graciosa a la vez.
Josef estaba cargado de un positivismo explicado, pero inesperado. Se sentía
bien, cosa rara en un ambiente desconocido e inseguro, pero se sentía tan bien
que casi todo le daba risa y a Mariela también. Por la rendija del marco de la
puerta vio a los tres hospitales apagar las velas, comerse unas pastillas más y
tirarse en el mismo piso a dormir como si fueran parte de las grises losas
fragmentadas por el deterioro y el abandono de inmuebles y personas. A josef
por un momento le dieron ganas de llorar, llorar por sus vidas, llorar por su
tiempo, llorar por el destrozo, por el abandono, por la injusticia, pero estos
estados solo duraban escasos segundos antes de pasar a engrosar la enorme carga
de la necesidad de supervivencia a toda costa e inmediatamente las futuras
lágrimas eran convertidas en rabia y fuerzas para seguir adelante.
Mariela le deshizo el moño y se lo estaba haciendo de nuevo, Josef se dejó
aunque fuera raro, habiendo conversado menos de diez palabras. Estaba en una
especie de éxtasis dimensional. Sentía que había emigrado de universo, que ahí
no le pasaría nada y se cuestionó si el sería capaz de vivir en esas
condiciones. Pero su comodidad estaba en dormir en barcos abandonados donde no
fuera nadie, en costas rocallosas donde cualquier visitante sería tasajeado por
los escarpados dinteles naturales o en cuevas donde la Histoplasmosis podría
dar cuenta de cualquier visitante que no se lavara las manos y tuviera unas
precauciones mínimas por acceder al reino de los cimarrones sin permiso. No
obstante comprobó que sí, que el podría vivir ahí y que tener a esos locos de
vecinos no le harían nada malo.
En eso Mariela se abalanzó de un violento salto al pasillo y apagó la vela
con la palma de la mano casi aplastándola, tomo a Josef de la mano y lo metió
corriendo al apartamento con señas repetidas que hiciera silencio. Josef no
entendía este comportamiento, Mariela bloqueó la puerta con tablas y maderas y
pidió a los que aun estaban despiertos que hicieran completo silencio. Josef
por si acaso tocó su cuchillo de pesca en su bolsillo trasero, no sabía que pasaba.
Por el pasillo se escuchaban algunas voces... Alguien llamaba a Mariela y
esta estaba pálida, pero cogió un pedazo de tubo de aluminio que daba destellos
en la oscuridad contaminada.
- Marielaaaa!! Mariellaaa!!!
Josef quedó estupefacto y rabioso de que alguien pisoteara la pequeña
disciplina implícita de estar en ese sitio, le preguntó a susurros a Mariela y
Habibi que estaban juntos quien carajos era ese...
- Es Amaury dijeron los dos hermanos
- Coño, no tiene nombre de hospital, esto me está preocupando - Josef no
sabía si reír o que hacer de las ideas que le venían a la mente. - ¿Y por qué
grita?
- Porque es loco... - Habibi no hubo terminado de decir esto y a Josef le
estaba entrando un ataque de risa contenida, pero se controló y decidió salir,
pa loco él que se tiraba al medio del mar a las 4 de la mañana a saquear paños
de pesca de los militares, ese sujeto tendría que callarse si o sí, además, le
había roto un universo mágico que estaba disfrutando inmensamente y eso no se
encontraba nunca.
Josef salió pero los hermanos se quedaron como aterrados sin moverse,
ocultos en la cocina. En la oscuridad vio la silueta de un mulato delgado y
atlético, también joven. Josef había tomado un cigarro de alguien y lo había
encendido en el pasillo, esperando que se acercase el extraño a ver como podría
manejar eso. Siempre se puso el cuchillo por delante del pantalón y lo tapó con
su camisa en lo que fumaba calmadamente.
Llegó un momento que el tal Amaury se apareció por el pasillo, frenó en seco al
ver a Josef y aunque estaba sorprendido le extendió la mano amistosamente con
una risa burlona, Josef accedió a saludarlo pero cuando iba a pedirle que no
hiciera ruido, notó que en su mano tenía un fusil automático AKM-47 de culata
plegable, no se esperaba eso así que ni siquiera preguntó, pero Amaury al notar
su mirada le puso el play a su historia automáticamente.
Josef ni siquiera sabia como comenzar una conversación con esos términos.
Amaury llevaba una malla de pescar a forma de camisa y no paraba de sonreír.
Josef pensó una especie de, bueno ya estamos aquí, así que hay que seguir
adelante.
Calmadamente se le interpuso al paso en el pasillo y le hizo señas de que
no hiciera ruido, Amaury lo ignoró y se puso a hablar normalmente.
- No me acordaba la puerta de salir, así que el elevador me llevó hasta el
final - Pidió un cigarro con señas pero Josef le dijo que era el último y le
ofreció lo que quedaba, poco menos de la mitad. - Salí en la unidad militar esa
que está en el techo y todos estaban durmiendo como puercos y borrachos... me
llevé esta escopeta y dos botellas de ron, me hace falta dejarlas aquí para ir
a buscar más, no se van a despertar.
- ¿Amaury, no?
- Si, de donde nos conocemos?
- Ese cuento es para después, ¿te das cuenta que aquí vive mucha gente
ilegal y que si ellos detectan que alguien ha entrado por ese fallo de los
elevadores, van a llenar esto de policías y van a botar toda esta gente con sus
familias para la calle si es que no los meten preso a todos?
- No va a pasar nada, estaban borrachos- dijo Amaury cambiando el tono a
molesto por el llamado de atención
- OK- Josef ya se estaba incomodando
de tanta estupidez y estaba calculando como arrebatarle el fusil, aunque notó
que no tenía el cargador y probablemente no tendría la bala del directo, pero
Amaury como si hubiera visto la intención comenzó a tomar distancia. - Vas a
devolver esa mierda a su sitio y te vas a ir por donde mismo viniste- Amaury
comenzó a ponerse nervioso.
- ¡No voy a devolver ni pinga! dijo dando cortos pasos como intentando
sobrepasar y seguir su camino por el pasillo, pero una luz amarillenta de velas
apareció con un sonido metálico típico de la hoja de un machete contra una
pared, los dos miraron a ver que era y con unas sombras tétricas apareció
Habibi con una vela en un plato y un machete en la otra mano.
Habibi lucía desencajado y transformado, la humilde y entrañable sonrisa se
había ido para siempre, no era ese niño acelerado que todos le tomaban el pelo
por malicia. Puede que la luz titilante le acentuara lo vacío de las cuencas de
sus ojos desnutridos. Josef pensó que esto podría acabar muy mal y empezó a
medir todo el entorno como siempre para usarlo a su favor.
- Le vas a hacer caso a él... - Habibi blandía la hoja oxidada al aire y en
algunos pedazos del viejo metal se hacían reflejos como de pequeños soles
muriendo muy lejanamente por la luz de la vela. Amury se replegó y bajó los
humos, a los pocos segundos de relocalizarse en la situación que estaba
teniendo, comenzó a sonreír de nuevo e intentó ser simpático.
- ¡¡Habibiiicooooo!!!
Silencio por respuesta. Amaury dio media vuelta y tomó por donde vino.
Habibi trató de seguirlo pero Josef lo detuvo con la palma de la mano en su
pecho. Amaury fue desapareciendo en el oscuro pasillo y Josef le preguntó a Habibi
de donde había salido todo eso. Resulta que Amaury había tratado de forzar a
Mariela una vez que ella estaba sola y los demás vecinos lo habían impedido por
suerte, pero siempre le tuvieron miedo porque aparecía y desaparecía en
silencio y nadie sabia donde se quedaba, de hecho, nunca lo habían visto a la
luz del día, solo deambulando en los pasillos equivocados de noche y varias
veces había entrado a las partes activas del edificio y lo habían arrestado.
Todos lo odiaban porque estaba a punto de volar la posibilidad de que todo el
mundo creyera que esa ala del edificio estaba sellada y abandonada. Si esto se
descubría, mucha gente iba a quedarse sin techo inmediatamente y todos habían
logrado en armonía y paz hacer una comunidad cooperativa silenciosa, donde
increíblemente, a pesar de estar formada por personas sin hogar, enfermos,
alcohólicos, familias desahuciadas etc. habían llegado a un nivel de
convivencia estupendo, por la presión de ser expulsados violentamente de ese
sitio que malo que bueno era desconocido oculto y tenía un techo y un baño.
Josef pensó que era hora de irse, había sido un fin de año suigéneris, con
partes buenas y partes malas. Le preguntó a Habibi si se iría o se quedaba con
su hermana, Habibi aún aturdido, bajaba la cabeza con vergüenza como si nunca
hubiera querido mostrarle esa cara a Josef, pero Josef lo pasaba por alto, en
realidad no quería ni siquiera hablar del tema, cuando fue a responderle sus
ojos se abrieron como platos y llenó sus pulmones de manera violenta en una
fracción de segundo en que Josef miró detrás de sí, ahí estaba Amaury en la
oscuridad, no se había ido. El golpe de adrenalina en Josef, al que ya estaba
acostumbrado le hizo ser más ecuánime que nunca y fingió no sorprenderse en
nada a la vez que quedó mirando fijamente a Amaury en lo que este le apuntaba
con el rifle vacío.
- Voy a devolver to esta pinga, pero después vengo a matarlos a todos... -
Dijo como quien queda para un fiesta en la próxima esquina, Josef le soltó un
OK lacónico y se quedó mirándolo, Amaury cada vez se iba poniendo más nervioso
en lo que Josef pensaba que no debiera ser posible que los guardias guardaran
un fusil sin cargador y con una bala en el directo, pensó que eran
extremadamente bajas las posibilidades que eso tuviera un proyectil y de todas
maneras, Josef nunca tuvo miedo morirse, siempre tuvo miedo regresar al mismo
planeta. Lo que lo empezó a preocupar inmensamente fue la sensación que nunca
antes había sentido de venganza. La mecha violenta se fue regando por cada nervio
e instintivamente Josef pensó que si le disparaba, ojala lo matara, porque si
quedaba vivo iba a comenzar un episodio de su vida que no quería ver de ninguna
manera. Empezó a sentir dolor de las imágenes que le vinieron a la cabeza de lo
que le haría a Amaury si este disparaba y le dejaba un ápice de energía para
moverse al menos por 4 minutos más. Josef no le gustó lo que estaba viendo en
su mente y se dio cuenta que estaba entrando en el mundo humano de la furia y
la violencia. Por primera vez no hizo ni la más minima resistencia, dio rienda
suelta a pensar formas de descuartizar al descerebrado amenazante. En medio de
una violenta orgía sanguinolenta estaba cuando Amaury dio media vuelta y esta
vez si se perdió en los pasillos y escucharon sus pasos alejarse.
En su reloj de buceo se marcaban apenas por las agujas luminiscentes las 3
de la mañana. El silencio cruzado por los escombros colgantes de los techos que
se balanceaban con el aire que cruzaba a divertimento por las ventanas sin
cristales, ponía más tétrico todo. Sin decirle nada a Habibi, Josef volvió
sobre sus pasos y entró de pronto en el apartamento, todos estaba prestos con
troncos de madera o aluminio que habían sido marcos de puertas o de ventanas,
en posición de bateo, en sus caras se veía cuanto terror le tenían al Amaury
este y más que habían oído todo.
Josef chasqueó los dedos para llamar la atención, muy bajito casi en un
susurro les dijo a todos que recogieran sus cosas que todos cabían en su carro,
cada uno se metió en una habitación a recoger algunos trapos de vestimenta
mientras Habibi seguía en la puerta con el machete en alto, en silencio y
afilado como un bisturí gigante.
No tardaron segundos en que a través de las paredes se oyeran gritos
masculinos, es probable que la unidad militar estaba justo encima de ellos y el
cerebro de pollo de Amaury los había despertado al volver. Aun así parece que
se les escapó y en los reflejos de los pocos cristales sanos que le quedaban al
edificio entre la mugre y las tinieblas de la madrugada, comenzaron a
reflejarse flashes de luces rojas y azules porque parece que habían llamado la
policía y la unidad estaba tan cerca en L y Malecón que en menos de 4 minutos
ya estaban por todos lados, Josef apuró en susurros pero no valía la pena,
comenzaron a sonar sirenas de carros de policía
Los pasos de alguien corriendo desesperadamente iban retumbando por todo el
edificio. En varios apartamentos se encendieron más luces de velas, pero aún
así seguía el tétrico silencio de todas las personas que como fantasmas intuían
que estaba pasando algo grave. Todas las cabezas se asomaban por las esquinas
de los ventanales asemejando una zona de guerra y se volvían a esconder como si
un gigante animal de presa estuviera sobrevolando todo el complejo. A Josef se
le repetía una frase humorísticamente negra en la cabeza, ...esta noche
promete...
Cuando se dio cuenta ya lo estaban esperando todos en la sala con pequeños
bultos amarados con telas o sábanas amarillentas, Josef se asustó un poco de
conocer el entorno, estaba rezando en el fondo porque alguno de ellos supiera
como escapar de ahí sin ser atrapados, ya fuera por el amenazante Amaury o por
policías que al parecer estaban llenado el edificio, pero aun no habían cruzado
a la parte tapiada pues por los pasillos llenos de ecos, no se sentía nadie
vivo.
- ¿Habibi tu nos guías para salir?-
Habibi se le iluminó el rostro como sabiéndose líder de una situación
desagradable pero aventurera, Siempre había sentido algo de envidia de los
cuentos que habían por el barrio de las andanzas de Josef, aumentadas en gran
grado por la elocuencia de los que iban modificando las historias para hacerlas
más interesantes, porque de Josef, muy pocas veces salía una palabra de sus
truculentas acciones de supervivencia, pero sus acompañantes hacían siempre la
historia de manera heroica y fílmica.
- Hay que salir por los aleros hasta la escalera de incendios que está en
la otra esquina.
Ya esto estaba pasando de castaño oscuro para Josef, odiaba las alturas y
los riesgos voluntarios. Por primera vez comenzó a arrepentirse de estar en el
lugar equivocado. A lo lejos en el negro pasillo comenzó a oírse un sonido como
de caballos corriendo. Josef aguzó la vista y se veían varías siluetas o algo
que venía corriendo levantando polvo y removiendo escombros. Todos se pusieron
en guardia, el pasillo era medio curvo y el sonido iba en aumento, se acercaba
por la misma planta donde estaban ellos. Habibi empezó a ayudar a los demás a
subirse en los ventanales cada vez más rápido, porque en el hueco solo cabían
de uno en uno. Mariela se quedó de último y Josef trató de obligarla a
marcharse pero ella no bajaba el madero que tenía como un pelotero preparado a
batear.
Antes de lo calculado apareció una figura de la nada, Mariela bateó con
toda su energía y se sintió el sonido de un coco cuando cae al piso, al fijarse
bien, era Amaury que se había quedado tendido y aturdido del batazo. Se
metieron a toda prisa por el agujero del ventanal y Josef se dio cuenta que la
cosa consistía en caminar por un alero inclinado de poco más de 25 centímetros.
El aire de mar le dio como cargándolo y deseó poder volar para caer en el agua.
Al otro extremo del alero ya Habibi y los demás le hacían señas para que los
siguieran. Josef estaba medio petrificado, odiaba las alturas con todo su ser,
Mariela, como si de coser y cantar se tratase lo tomó de la mano y lo fue
arrastrando hasta el otro punto de reunión en la otra esquina del edificio. Al
parecer tenían ensayado ese escape, porque todos los recovecos que sortearon
después lo hicieron ordenadamente y muy rápido sin hablar una palabra, Josef se
limitó seguirlos.
Comenzaron a descender por una escalera escarpada y llena de basuras y
cartones, como si de pisos superiores hubieran estado por años echando basura a
ese túnel vertical fuera de uso. Los escalones se hacían interminables y Josef
le comenzó a parecer infinito, pero nadie se paraba, los pies iban volando los
peldaños de tres en tres como un tren humano descendiendo en una oscuridad
densa y maloliente. Al final llegaron a otra planta que ya se veía bastante
baja desde los agujeros de las paredes y Habibi bajo las indicaciones de
Mariela abrió un tapa de algo que parecía un control de incendios en una
habitación poco mas grande que un armario. Ahí cruzaron a una sala vacía, pero
iluminada, donde habían paneles eléctricos y muchas mangueras de incendio,
detrás de esa puerta se escuchaban radios de policía. Josef pidió salir
primero, sabía que su carro estaba parqueado cerca y podría meterle cualquier
cuento al policía, incluso decirle que había acabado de salir del restaurante
La Torre, que esa noche aun estaba abierto por las luces que se veían en lo
alto, pero al abrir la puerta solo estaban los carros con las luces encendidas,
al parecer los agentes estaban en su búsqueda dentro del edificio.
Cruzó la calle con paso apurado pero a la vez sereno y arrancó el RAMBLER
58. Por suerte el motor apenas hacía ruido, suavemente pasó por la puerta
entreabierta y todos saltaron de un tirón, la idea de Josef era irse a su
barrio, a su territorio y después verían que hacían. No quería ni por asomo
separarse de esas personas que le había tomado tanto cariño y peor aun, que
había pasado calamidades con ellos.
De un tirón todos se metieron en el carro con bultos incluso, por las
ventanas sin siquiera detenerlo. Josef pasó despacio entre más carros de
policía que venían y no lo tomaron en cuenta. Un golpe seco los sobresaltó a
todos y al fijarse, Amaury estaba tratando de cruzar la calle y había lanzado
un pedrusco o un ladrillo contra la puerta del carro, sin que terminara un
segundo, ya Josef había parado y se había lanzado sobre Amaury antes que el
motor se apagara solo, Mariela también saltó y le hizo señas a los policías.
Josef al verlos corriendo para donde el estaba, se asustó y pensó que entonces
si todo había terminado, como uno de esos policías lo tocara la carnicería iba
a extenderse. Josef no toleraba ni quería tener ningún trato con policías, pero
Mariela se le adelantó, por suerte estos entendieron y fueron directos a donde
estaba Mariela, ella les dijo que Amaury se había colado en el edificio, que
ella venía bajando de pasar el fin de año en el restaurante y que había tratado
de forzarla en el elevador. Parte de mentiras, parte de verdades atemporales
pero creativas y exactas para que los policías esposaran a Amaury y se lo
llevaran a rastras. Josef se quedó inmensamente deseoso de darle una pateadura
que se le quitara su locura inmoral pero se lo quitaron de su rango y todo
sucedió tan rápido que no le dio tiempo más que a regresar al carro y soltar
algunas palabrotas por la abolladura que el desquiciado había dejado en la
puerta de su carro, pero Habibi le dijo que una más no importaba que si podía
ayudar a arreglarlo. Josef miró el resto de abolladuras del carro, no recordaba
si eran viejas o si le habían nacido esa noche, - Es un pedazo de lata con
ruedas- se murmuró a si mismo y ya montados todos se alejaron por el malecón en
el primer día de un siglo nuevo.
Llegaron a la panadería de 16 y Calzada, frente al malecón y con unos
centavos reunidos, compraron algunas libras de pan que les vendieron por la
puerta trasera y un poco de aceite del que usaban en los hornos. Prepararon
todo el pan con aceite y sal y se sentaron en el muro del 1830 a ver como iniciaba un
día denso, sólido y anaranjado y repasando tanta locura, trató de desconectarse
de las visiones violentas que había tenido antes. No había venido para esto,
incluso si entorno lo forzaba, el no estaba aquí para esto.
El aire de mar comenzó a curarlos a todos, en un momento empezaron a reírse
y a repasar todo lo bizarro de la historia. Ya estaba amaneciendo y aun con las
manos temblorosas a las 5 y 45 de la mañana se quitaron la ropa y se metieron
todos al mar, Calixto García no se metía, desde lejos le instaban a que se
metiera en un agua calmada, transparente y tibia como un premio de invierno
tropical, Calixto se vació los bolsillos y se fue metiendo con los puños en
alto como si no quisiera mojarse las manos, Josef, inocente lo conminó a se
zambullera pero Calixto abrió las palmas mostrando sendos puñados de pastillas
en las palmas de las manos en lo que Covadonga sacaba de su bulto un par de
cervezas bucanero.
- ¿Quien quiere? ¡Nos las merecemos!!!